jueves, 18 de noviembre de 2010

Historia de los Refranes- Ma. Cristina De Grau Vidal.

Mi Abuelo y sus Refranes
Mi abuelo, Enrique De Grau, falleció meses antes de que yo naciera. Mi papá era muy unido con él y le hubiese gustado que me conociera porque todos dicen que soy igualita a mi papi.
Aunque nunca lo conocí, siempre me acuerdo de él, especialmente, cada vez que escucho un refrán porque según lo que mi papi nos ha contado, era raro si él en alguna conversación, no decía algún refrán. Mi abuelito era una persona muy culta, que había viajado por todo el mundo, sabía muchas cosas y generalmente en cada conversación aplicaba algún refrán. Fue Gobernador y Alcalde de Guayaquil en la época de Velasco Ibarra.
Es por esta razón, creo yo, que los refranes vienen a mi mente, no dicen “De tal palo, tal astilla” y es por esto que siempre tengo presente a mi abuelo.
Al relatar la historia de mi abuelo y sus refranes, me he acordado que hace unos años atrás, yo era amiga de una niña que al principio era muy buena y tranquila, pero transcurrido unos meses, ella  comenzó a cambiar, decía malas palabras, era grosera, contestaba mal a sus padres y profesores y no sabíamos que le pasaba, hasta que un día la vimos jugar con unos niños mal educados, vestidos como raperos, eran niños que se veía que no tenían buenas costumbres y ahí estaba la respuesta “Quien se junta con lobos, a aullar aprende”, ella adquirió todos los malos hábitos de sus amigos y llegó a formar parte de esa manada.
Como nuestro grupo de amigos le teníamos mucho cariño, fuimos a hablar con sus padres y los pusimos al tanto del asunto, sus padres ya sospechaban que algo andaba mal porque había bajado en sus calificaciones y algunos profesores les habían mandado reportes, pero ella siempre tenía alguna justificación para lo sucedido. Hablaron con ella, pero ya era tarde, ella les dijo que no se metan en su vida, que ella escogía los amigos que quería, finalmente les gritó y dijo que se iba a vivir a casa de una amiga donde los padres de ella si la dejan hacer lo que ella quiere. Los padres de mi amiga se recriminaban constantemente porque no supieron darse cuenta de las señales que había, no dice el refrán “Camarón que se duerme se lo lleva la corriente”, ellos se durmieron sobre sus laureles y ahora no sabían cómo ayudar a su hija.
Pasaron 2 semanas en que no supieron nada de ella, consultaron a un psicólogo amigo de la familia y él les sugirió que la busquen porque en este tiempo ella ya debería haberse dado cuenta del gran error que había cometido y que en ese momento recién se podría hacer algo. Siguiendo sus instrucciones, fueron a verla y efectivamente, como lo había dicho el psicólogo, ella al verlos lloró y corrió a abrazarlos, les dijo que los extrañaba mucho, que la casa de su amiga era un caos completo, que todo el mundo hacía lo que quería, que la mamá no se preocupaba de la comida, que el papá a veces no iba a dormir a la casa, que todos se pasaban peleando y que a pesar de que en esa casa podía hacer lo que quisiera, ella no era feliz, que la disculpen y que iba a estar dispuesta a seguir sus reglas. Recogió sus cosas y se fue con sus padres.
Como ella había prometido, comenzó a obedecer a sus padres y estuvo en terapia con el psicólogo, pero no todo fue fácil como parece, a ella le costó volverse a ganar la confianza de sus padres y sobre todo la de sus amigos, porque los padres de algunos no querían que sean amigos de ella, les decían: “Dime con quién andas y te diré quién eres”, aunque ella haya cambiado, la gente va a pensar que tú eres igual que ella. Pero nuestro grupo de amigas ingeniamos un plan, la ayudaríamos contándoles a las personas que más podíamos, como ella estaba esforzándose por mejorar, por rectificar su error y por tratar de ser la niña buena y educada de siempre. Ella a veces se desanimaba, pero yo le decía “Más vale paso que dure, que trote que canse”, es mejor hacer las cosas pausadamente, pero bien, necesitas tiempo para estar sana totalmente, si no terminas tu terapia, puede ser que vuelvas a caer en lo mismo y todo el esfuerzo que has hecho hasta ahora, habrá sido inútil. ¡Tienes que ser fuerte! Y así fue, ella siguió su terapia hasta que por fin el psicólogo le dio de alta después de seis meses.
Mi amiga, gracias a Dios y a la ayuda de sus padres y amigos, pudo darse cuenta de su error y enmendarlo, porque muchas veces las personas saben que lo que están haciendo está mal, pero no les importa. Ella fue valiente, aceptó su error, lo enfrentó y gracias a su decisión, ¡es ahora una chica que tiene un futuro brillante por delante!


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