jueves, 18 de noviembre de 2010

Historia Paula Perez

REFRANES DE VIDA


Recuerdo que cuando era pequeña, mi abuelo solía contarnos historias a mí y a primos. Sus cuentos siempre eran entretenidos: tenían partes chistosas, situaciones terroríficas, algo de romance y un maravilloso final.
Mis primos detestaban los finales felices, así que de vez en cuando le decían a mi abuelo que cambiara el final. Como yo era más pequeña que ellos obviamente creía que ese era el verdadero final de las historias, hasta que fui creciendo y me enteré de la cruel realidad.
            Mi primo Roberto siempre se quedaba dormido, por lo que nunca llegaba a escuchar el final. Por eso antes de que empezara a contar la historia, mi abuelo siempre le repetía: ‘Roberto, camarón que se duerme se lo lleva la corriente.’ Y todos nos reíamos.
Cada vez que era hora de regresar a nuestra casa, mi papá siempre decía: ‘Bueno, y con esto y un biscocho, hasta mañana a las ocho.’ Esa era como la frase célebre de mi padre. Nunca se cansaba de decirla.

            Fui creciendo, el tiempo pasó y con él se llevó a mi abuelo. El único recuerdo que me quedó de él fueron sus maravillosas historias con finales cambiados y sus refranes.

            Finalmente llegué a mis quince, el verano acabó muy pronto y en un abrir y cerrar de ojos llegó el primer día de clases. Caminaba por los corredores y veía a toda clase de chicos: nerds, góticos, adolecentes raros, deportistas y un montón de personas más. En ese momento me acorde de una frase que mi abuelo solía decirme: ‘Recuerda siempre Christine, dime con quién andas y te diré quién eres. Escoge sabiamente a tus amigos.’ No quería tener una mala reputación en mi nuevo colegio, así que hice lo siguiente.
            En clase de Historia, sentada sola, encontré a una niña de cabellos rubios bien largo, blanca como un fantasma y tenía toda la pinta de ser poco conocida por los estudiantes. Estaba leyendo un libro, pero sin prestarle atención a eso me acerqué a ella y le hice conversación.
            Se me empezaban a agotar las palabras cuando a ella se le ocurrió separar la cara del libro y me dijo: ‘No te atrevas a hablarme otra vez ni te juntes conmigo. El que se junta con lobos a aullar aprender, así que aléjate.’ En ese momento me paré de donde estaba sentada y salí corriendo a buscar otro puesto.
            Mi abuelo me había enseñado tantos refranes y sus significados que no necesité una explicación de lo que la chica me había dicho.
            Gracias abuelo por todo lo que me enseñaste.

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